
Texto:
"Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dadivas a vuestros
hijos, ¿cuanto mas vuestro Padre Celestial dará el Espíritu Santo a los que se
lo pidan?” (Lucas 11:13).
En este pasaje, el mismo Señor Jesucristo resalta la importancia de la operación
del Espíritu Santo en el corazón humano y lo hace con claridad, pues hace uso
de una comparación que enseña su influencia como indispensable.
El dice que así como la comida es la esencia del sostén de la vida física; lo
mismo el Espíritu Santo para la vida espiritual. El pecador necesita esa
influencia, como el cuerpo necesita el pan de cada día.
El globo terráqueo tiene varios continentes, entre ellos Europa y Asia. También
hay un mundo eterno que es real y existe como esos dos que se han citado. No es
un objeto para los cinco sentidos, pero esto no quita que sea más real que
esos, pues permanecerá luego que el planeta se haya encendido y los elementos
se derritan y la realidad como ahora se conoce no más.
El mundo eterno contiene realidades más serias y duraderas que este. Dios
habita en el. El cielo esta allí, lugar mencionado a menudo en la Biblia; el
trono del juicio final también esta allí, donde Cristo juzgara a cada persona.
El infierno también se encuentra allí. Una gran cantidad de condenados
habitaran allá. Miles de miles espíritus santificados residen en el mundo
eterno.
Si consideramos lo real como aquellas cosas que son inmutables, no habrá duda
que ese si es real. Lo irreal es solo aparente, pero lo real permanece. Por
ejemplo el metal hierro es mas real que el objeto carro, ya que si tomas el
carro y lo derrite, al fundirse desaparece, pero el metal permanece. Tal
pensamiento nos revela que lo que miramos en el mundo es irreal, ya que no
permanece. Los placeres y felicidad presente desaparecen pronto con cualquier
enfermedad, entonces el dolor es más real que el gozo carnal. En cambio el gozo
Cristiano es mas real que la tribulación: “Nos gloriamos en las tribulaciones,
sabiendo que la tribulación produce perseverancia” (Ro.5:3).
Quien habla aquí es alguien influenciado por el Espíritu Santo. Lo mismo se
puede decir del cuerpo y el alma. El primero desaparecerá, pero lo otro no se
puede destruir. De modo que si vemos lo eterno como medida de lo real, este
mundo es irreal o simple vanidad. Este mundo impresiona al hombre, en virtud de
los objetos que hay en el. Tales como la casa, la montaña que se levanta, el rió
que corre, pero el estado transitorio de estos, en comparación con la eternidad
no son nada, sino solo impresiones.
El conocimiento es la unión de un hecho con un sentimiento. Puede haber una
piedra en el patio, pero a menos que le toque con el pie, o con la mano, o con
mis ojos, yo no tengo conocimiento de la piedra y lo mismo se puede decir de
cualquier otra cosa en este mundo.
Así también hay un mundo invisible, fuera de nuestro alcance y realmente
impresionante; pero a menos que yo sienta su influencia no será real para mi. Hay una orbita que esta cerrada a los ojos naturales,
pero abierta y tangible a los ojos de la fe, solo el Espíritu Santo capacita
para verla: “La fe es la certeza de lo que se espera; la convicción de lo que
no se ve” (Hebr.11:1).
Ante este cuadro, nosotros tenemos la clara evidencia que se necesita un
despertamiento de lo alto entre nuestros semejantes. Ya que el hombre está
naturalmente destituido de las cosas eternas, es claro que no puede haber un
cambio moral en su vida a menos que haya un despertamiento de su profundo
sueño, que le mantiene los ojos cerrados: “Respondió Jesús y le dijo: De
cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el
reino de Dios" (Jun.3:3). Lo primero es despertarle. El necesita una
fuerte impresión dentro de su ser con tal poder que no pueda cerrar sus ojos,
aunque quiera. No podrá tener cambio en su vida moral, a menos que la realidad
eterna sea cierta, que pueda unir sus sentidos con los hechos eternos. Tiene
que ser despertado.
Si a este hombre terrenal se le hace entrar al cielo con el carácter que tiene,
es decir con los ojos cerrados a lo espiritual no podrá disfrutar o ser feliz,
aunque quiera, pues estará en tinieblas. Ahora mismo el esta en un letargo con
respecto a su propia inmortalidad, por lo que es imposible para el vivir y
actuar en constante referencia a esta realidad, a menos que sea despertado. El
ignora que la mayor parte de su existencia ha de gastarla en la eternidad, que
lo presente es como neblina que sale y luego viene el sol y la disipa. No puede
entrar a la eternidad con ese carácter. Este hombre tiene la muerte del cuerpo
como el final de todo, es por eso que antes de morir sus amigos cristianos
quieren persuadirle, pues para el la muerte del cuerpo es también la muerte del
alma, porque no ha nacido de nuevo.
El Espíritu Santo es dado a los que lo pidan, con más prontitud y buen deseo
que el de un padre terrenal da comida a su hijo. Es muy triste y solemne saber
que los hombres son pecadores, ciegos, muertos a sus delitos y pecados; pero
también es consolador saber que el Espíritu Santo se deleita en dar vista espiritual
o fe a los que se lo pidan; se agrada en abrir los ojos de fe y alumbrar la mas
profunda oscuridad y revivir al alma mas embrutecida y torpe.
Pédele, pues, de este modo: "Abre mis ojos, y miraré las maravillas de tu
ley. (Sal.119:18).
Amen.