
Texto:
“Y les dijo: Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura”
(Marcos 16:15)
Esfuérzate en testificar del amor de Dios en salvar y no menosprecies el tesoro
que Cristo te ha dado para salvar a otros.
Hay un individualismo nocivo, pero hay otro que es necesario y sano para el
alma, se trata de aquel que establece que cada hombre individualmente ha de dar
cuenta a Dios, eso nos hace consciente de nuestros deberes e impide que la
responsabilidad personal se diluya con el grupo.
Una iglesia perneada por este principio piadoso será una congregación
saludable, y se encontrará creciendo en madurez e involucrada con la expansión
del reino de Cristo. Cuando los fieles predicadores hablen a esa congregación,
cada uno de ellos dirá así: “Lo que dijo el predicador es una exhortación de
Dios para mí”; esto es, que el Creyente individualiza y aplica en su propia
vida la Palabra de Dios.
Si aplicas esto a la Gran Comisión, verás que hay muchas maneras de predicar el
Evangelio que no necesitan la escogencia de un texto ni el uso de un púlpito.
Mira un ejemplo mas que elocuente de esta gran verdad: “Andrés, el
hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que habían oído a Juan y habían
seguido a Jesús. Este encontró primero a su hermano Simón y le dijo: Hemos
encontrado al Mesías (que significa Cristo). El lo llevo a Jesús, y al verlo
Jesús le dijo: Tú eres Simón hijo de Jonás. Tu serás llamado Cefas (que
significa piedra)” (Jun.1:40-42).
Ve aquí cuan claro de que hay muchas almas que andan buscando a Dios que todo
lo que necesitan es que se les diga: “Yo he encontrado al Mesías o a Cristo”.
Otro caso de la sencilla predicación del Evangelio: “Jesús le dijo: Vete a tu
casa, a los tuyos, y cuéntales cuan grandes cosas ha hecho el Señor por ti, y como
tuvo misericordia de ti. El se fue y comenzó a proclamar en Decápolis cuan
grandes cosas Jesús había hecho por el, y todos se maravillaban” (Mar.5:19-20).
Si Cristo te perdonó tus pecados y te salvó, no será nada difícil que
estés en capacidad de contarlo a otros. Tú, pues, ve y haz lo mismo. Cristo se
humilló para salvar; la humildad es un poderoso instrumento para ganar los
afectos del incrédulo y hace que tengan oídos para oír con agrado las buenas
nuevas del Evangelio.
Esto fue practica común en la vida de Pablo: “A pesar de ser libre de todos, me
hice siervo de todos para ganar a mas. Para los judíos me hice judío, a fin de
ganar a los judíos. Aunque yo mismo no estoy bajo la ley, para los que están
bajo la ley me hice como bajo la ley, a fin de ganar a los que están bajo la
ley. A los que están sin la ley, me hice como si yo estuviera sin la ley (no
estando yo sin la ley de Dios, sino en la ley de Cristo), a fin de ganar a los
que no están bajo la ley. Me hice débil para los débiles, a fin de ganar a los
débiles. A todos he llegado a ser todo, para que de todos modos salve a
algunos” (1Co.9:19-22).
Esto es, que el apóstol estudiaba las circunstancias en que Vivian los hombres
a quienes les había de predicar y se empleaba a fondo para tratar de ganar sus
afectos con el fin de ganar sus almas. Hago énfasis en el corazón de Pablo para
predicar el Evangelio a su prójimo: “Me hice siervo de todos para ganar a más”;
se coloco al servicio del alma de los hombres. En otras palabras es tratar de
quitarles el bloqueo mental o prejuicios que tienen contra la verdad.
Por tanto, asume tu individualismo con este texto: “Y les dijo: Id por todo el
mundo y predicad el evangelio a toda criatura” (16:15). Esfuérzate en
testificar del amor de Dios en salvar y no menosprecies el valioso tesoro que
Cristo te ha dado para salvar a otros.
Amen.