
Texto:
“Me mostrarás la senda de la vida. En tu presencia hay plenitud de gozo, delicias
a tu diestra para siempre” (Sal.16:11).
Mientras uno más estudia y entiende este mundo, menos lo disfruta, porque tal
conocimiento nos hace estar más persuadido de su vanidad, se va descubriendo
cuan estúpidas y engañosas son las promesas de felicidad que este mundo
promete. Como dice Salomón que los placeres, honores y riquezas del mundo son
"todo vanidad y aflicción de espíritu" (Ecl.1:14).
Pero con Dios sucede todo lo contrario, mientras más le conocemos, mayor es el
placer que se experimenta, porque la hermosura de Dios sobrepasa infinitamente
todo lo que podamos imaginar, sus perfecciones sobrepasan todo lo que se pueda
expresar, y al conocerlo más, más es disfrutado, más es estimado y más nos
deleitamos en el Creador.
Permítame ilustrarlo. Supóngase una jovencita enamorada de un hombre buen mozo,
generoso, poderoso y de dulce palabras, pero ella sólo lo conoce por medio de
cartas, y cada vez que ella se dedica a leer esos escritos, más conoce de él y
mayor es el entusiasmo por conocerlo cara a cara; pasado el tiempo ella tiene
la dicha de conocer su novio de cartas y descubre que la hermosura, el poder,
el amor, la honra y nobleza de su novio es muchísimo mayor que todo lo que ella
pudo imaginar.
Pregunto ¿cómo será el placer de esa novia cuando al fin sea desposada con ese
hermoso caballero? Será un gozo inefable, indescriptible. En aquel día, los
creyentes abrirán sus bocas para proclamar: “Verdad es lo que oí en mi tierra
de tus cosas y de tu hermosura; pero yo no lo creía, hasta que he venido, y mis
ojos han visto que ni aun se me dijo la mitad; es mayor tu hermosura y bien, que
la fama que yo había oído. Bienaventurado los que están continuamente delante de
ti" (1Rey.10:6-7).
El creador ha dotado los seres humanos con dos necesidades esenciales, las
cuales deben ser satisfecha como condición indispensable para ser feliz: Amar y
ser amado. Por definición, el solitario no puede ser de ningún modo un hombre feliz;
necesitamos ser amado por Dios y nuestros semejantes para completar el círculo
de la verdadera dicha; es prometido a los santos esta bondad: “Y hallarás
Gracia y buena opinión ante los ojos de Dios y de los hombres" (Pro.3:4).
Nadie puede ser feliz a menos que viva entre aquellos que el ama y lo aman.
Considera lo dulce que se hace esta vida si vivimos en medio de personas
santas y sabias, personas agradables en donde la dulzura y la afabilidad
son muy evidentes, donde nadie va a pensar mal de ti, que no sospechan de
ti y en todo tiempo están procurando tu bienestar.
Cuan encantador es conversar con tales personas. Son como ángeles traídos del
Paraíso. Imagínate, pues, el gozo inefable y glorioso que habrá cuando tú seas
reunido con todos los santos glorificados del AT y el NT, todos serán tus
amigos, tus entrañables amigos. Las debilidades e imperfecciones de tus
hermanos y de ti mismo serán quitadas. El cielo es el lugar donde gobierna y
reina el amor. Al considerar esa excelencia clamemos de corazón y hablemos a
todo pulmón con singular placer: "Queda un reposo para el pueblo de
Dios".
Amen.