Texto: "Vosotros,
¿quien decís que soy yo? Respondió Simón Pedro y dijo: ¡Tú eres el Cristo, el
Hijo del Dios viviente! Entonces Jesús respondió y le dijo: Bienaventurado
eres, Simón hijo de Jonás, porque no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre
que está en los cielos" (Mateo 16:15-17).
El conocimiento salvífico de la Persona de Cristo y Sus oficios no puede ser
obtenido, sino por una revelación especial de Dios. Para ver a Dios es similar
a como vemos el sol, por medio de sus propios rayos y luz. Al ver los milagros,
algunos rayos de Su divinidad fueron visto, a pesar del velo de Su humanidad:
"Rabí, sabemos que has venido de Dios como maestro; porque nadie puede
hacer estas señales que tu haces, a menos que Dios este con el" (Jun.3:2).
Los discípulos tuvieron una observación especial de la singularidad y
excelencia de Su persona, Su conducta, milagros, doctrinas; todo les inclino a
ellos a verlo como alguien de especial santidad, estricta inocencia; note como
estos dos textos lo atestiguan: "Y viniendo le dijeron: Maestro, sabemos
que eres hombre de verdad y que no te cuidas de nadie; porque no miras la
apariencia de los hombres, sino que con verdad enseñas el camino de Dios...
Porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como los escribas"
(Marc.12:14;Mat.7:29). Todo lo que hizo fue con una majestad y autoridad
celestial; una soberana majestad fue vista en las enseñanzas de Cristo.