Texto: Y les dijo: ¿Es lícito en
los días de reposo hacer bien o hacer mal; salvar la vida o quitarla? Pero
ellos callaban” (Marcos 6:3)
El
caso del paciente era digno de la mayor compasión, en cambio el público pensaba
lo contrario. Ellos en lugar de orar e interceder por el bien del prójimo
usaban la situación del prójimo para alimentar su maldad. Si el lisiado hubiese
sido sanado en una clínica o un hospital por un método ordinario que tomara
quizás un año la cura, ellos no tendrían problemas con eso, pero si el milagro
se hacia ahora, en un instante, entonces se enojarían. Los límites de maldad a
donde puede llegar el corazón incrédulo son inconcebibles.
Cristo no se acobardó. Su corazón siempre estuvo sintonizado en hacer el bien,
aun cuando los malos se molestaran. Caminó por encima del prejuicio de los que
se le oponían e hizo que el milagro fuese más manifiesto a los ojos de ellos,
nótese: "Entonces dijo al hombre que tenía la mano seca: Levántate y ponte
en medio" (v3); esto es, colócate en lugar visible a toda la concurrencia.
Jesús se esfuerza en darnos convicción de pecado, que seamos conscientes de nuestra
falta de misericordia, impiedad e irracionalidad, nos hace ver la enfermedad de
nuestras almas para que le pidamos curación, porque se deleita e sanarnos.
Nadie piense que hubo allí gozo en avergonzarlos, sino que se trata de un
proceso de terapia espiritual, que se dejaran conducir por El para salvarlos.
En el pasaje paralelo la crueldad de ellos se hace más evidente: "Le
preguntaron diciendo: ¿Es lícito sanar en sábado? Pero él les dijo: ¿Qué hombre
hay entre vosotros que tenga una oveja, que si ésta cae en un pozo en sábado,
no le echará mano y la sacará?" (Mat.12:11). Ellos eran más compasivos con
un animal, que con una persona. Agrega nuestro pasaje: "Pero ellos
callaban" (v4). No pudieron responder palabras, les cerró la boca.
Miremos la reacción del Señor Jesús frente a su silencio: "Entonces,
mirándolos alrededor con enojo, entristecido por la dureza de sus
corazones" (v5). Parece que eran muchos, pues dio una mirada de inspección
en torno a los presentes. Se aprecia aquí la excelencia del temperamento de
Jesús, el manejo correcto de Sus sentimientos. En Cristo la ira tiene más de
compasión que de pasión. La irracionalidad y crueldad de los fariseos lo enojó,
pero la dureza de sus corazones lo entristeció. La causa de esta mezcla de
sentimientos fue por su incredulidad: "Por la dureza de sus
corazones". Es maravilloso ver que Cristo sabía distinguir muy bien entre
el hombre y su pecado, como manifestar disgusto y compasión al mismo tiempo.
Enojado por su falta de compasión, pero su compasión se levantó al ver la
dureza. Como dice el profeta: " Jehová humilla y enaltece"
(1Sam.2:7). El asunto que quizás produjo el enojo fue la insensibilidad de los
fariseos ante la fuerte evidencia de los milagros de Jesús, sin embargo ellos
persistían en su incredulidad. Estaban ciegos, y no querían ver. La compasión y
el poder son atributos divinos, Jesús le manifiesta ambas cosas, les convence
de crueldad, falta de humanidad e irracionalidad, o que El estaba correcto y
haciendo lo correcto, en cambio ellos manifestaban abierta impiedad, aun así
resistían la verdad y obstinados en incredulidad. Comentando sobre esto MH
dice: "Su ira fue como ira de Dios, sin la menor perturbación en Sí mismo,
pero no sin una gran provocación de nosotros. Esa es la manera de airarnos sin
pecar".