Texto: “No todo el que me
dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la
voluntad de mi Padre que está en los cielos. Muchos me dirán en aquel día:
Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera
demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Y entonces les declararé:
Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad” (Mateo 7:21-23).
Que un deleite puede ser justamente considerado como mundano o artificial si es
sobre algo aparte de Dios, o si para obtenerlo no se usan los medios que el
Señor ha establecido en Su palabra; medios cuyo fin es deleitarnos en Dios.
Este pasaje refiere un caso muy conocido: Se alegraron tanto que en el Día del
juicio final hicieron exigencias al Señor Jesús, pero es que las habían hecho
fuera de la voluntad de Dios, o su deleite no fue en el Señor, sino en sus
obras religiosas, fue carnal, se complacían a ellos mismos, según sus propias
reglas. Se dedicaron a obras que Jesús no les mandó. Vivir fuera de la voluntad
revelada de Cristo es lo mismo que hacer el mal. Se deleitaron en hacer obras
de maldad con ropaje de religión verdadera.
Cualquiera puede conocer grandes verdades y al mismo tiempo esas verdades no
influenciar su vida. Los papistas saben que hay un Dios, un Señor Jesucristo,
que hay pecado, infierno, gloria, y muchas otras verdades, sin embargo
practican la idolatría. Un caso: Una persona que visitó la tierra de Israel, y
cuando vio el lugar donde nació Jesús, el rió donde fue bautizado, y muchas
otras cosas relacionadas con el ministerio terrenal de Cristo, su corazón fue
inundado de deleite, y trajo consigo un frasco con agua del Jordán que le
recordasen siempre al Señor Jesús. Y esa misma persona mostraba una vida
contraria a las doctrinas de Jesús. Se agradan en lo aparente, no en lo
esencial, como quien se agrada en la hermosura de los vestidos y cosas
externas, pero les disgustan las doctrinas del Evangelio. Tal si alguno
visitase un culto donde Dios sea adorado fielmente, y sea impresionado al
considerar tal orden bíblico, y al mismo tiempo no aman al Dios que esos
adoran. El engaño de la carne es que sobre la ropa vieja pongamos
vestido nuevo, pero la enseñanza cristiana no es así, sino que manda a
despojarnos del viejo hombre, y además nos vistamos del nuevo creado en la
santidad de la verdad. Lo natural sería tomar el hierro y cubrirlo de oro, pero
no, es hacernos de oro por dentro y por fuera. Un verdadero hijo de Dios en el
corazón y en la conducta, esos, y es sólo esos podrán deleitarse en Dios. Esos
y solos esos heredan la vida eterna.
Amén.