
Texto:
“Cuando anochecía, se acercaron a él sus discípulos, diciendo: El lugar es
desierto, y la hora ya pasada; despide a la multitud, para que vayan por las
aldeas y compren de comer. Jesús les dijo: No tienen necesidad de irse; dadles
vosotros de comer. Y ellos dijeron: No tenemos aquí sino cinco panes y dos
peces” (Mateo 14:15-17).
Como si hubiesen dicho: Estamos para enseñar doctrinas, no para llenar
estómagos. Esa reacción era propia de los discípulos, pues sólo Cristo puede
sanar y alimentar las multitudes; sus siervos son tan sólo ministros de la
Palabra, no de las mesas. Miremos el ambiente: “El lugar es desierto, y la hora
ya pasada”. No cabe dudas que el Señor escogió este ambiente como el más
apropiado para hacer este milagro. Usualmente es así con El, que nos prepara el
ambiente para favorecernos, y queden nuestras almas impresionadas con Su poder
y misericordia.
La
situación puso presión sobre los discípulos. Hora de recogerse y no había donde
comprar comida. Antes del milagro los puso en situación de que sólo podían
esperar en Dios. La mano de la misericordia es con el necesitado, y aquí los
llevó a una situación de necesidad sin posibilidad de provisión. Fue al final
del día, donde el hambre azota y el corazón se abre para recibir con agrado. La
multitud tuvo entusiasmo en seguirles, pues se habían olvidado de la comida. Difícilmente
un hombre saludable podría olvidar su estomago, en pocas horas no podrá ignorar
el pedido de pan.
Los discípulos conocían sus propias debilidades y así pidieron: “Despide a la
multitud, para que vayan por las aldeas y compren de comer”. Tuvieron una
fuerte sensibilidad, pero una fe débil. Pensaron en la necesidad ajena y cómo
resolverla, pero no pensaron que Cristo pudiera hacerlo, ni por las mentes les
pasó tal posibilidad. Lo habían visto sanar toda enfermedad, pero no pensaron
que fuese capaz de darles de comer: “Despide a la multitud.” Así somos, listos
para tomar el caminos más obvio, y menos de acuerdo con la voluntad de Dios. Cuan
ciegos somos. Que buena cosa sería aprender a confiar en las disposiciones de
la sabiduría y misericordia divina.
El Señor les dio extraña respuesta: “Jesús les dijo: No tienen necesidad de
irse” (v16). Esto es, no hay razón alguna para pedirles que se vayan a sus
casas. Ellos no sabían lo que él estaba cociendo la comida. Su mandamiento fue
más sorprendente que Su anterior declaración: “Dadles vosotros de comer”; la
orden pudo haberles parecido irracional. Como si la responsabilidad de
alimentarlos fuese de ellos y no Suya. Los caminos de Dios son muchas veces
misteriosos, pero siempre compasivos. Habrá ocasiones que el Señor nos pida
hacer lo que no podemos, y esto con el propósito que humildemente nos
sometamos, favorecernos, y finalmente crezca nuestra dependencia de El, que luego
nada nos falte. Como hace la mamá con el bebé, le llama, él no puede caminar, trata,
abre los brazos y ella lo carga en sus brazos. Para aprender a depender de
Dios, es necesario tener antes convicción de nuestra debilidad. Ante el mandamiento
que les dio el Señor, los discípulos confesaron su insuficiencia: “Y ellos
dijeron: No tenemos aquí sino cinco panes y dos peces.” Hay aquí una gran
enseñanza, y es la siguiente: En el Evangelio los mandamientos del Señor vienen
acompañados de Su poder, para que podamos hacerlo. En otro lugar lo dice así:
“Aquel que es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de
lo que pedimos o entendemos, según el poder que actúa en nosotros” (Efe.3:20).
Estos hombres pasaron el día entero tras los pasos de Jesús, y fue al anochecer
cuando fueron atendidos. Se esforzaron, pero no fue en vano, regresaron satisfechos.
En base a la verdad ensenada en esta historia te digo, que si buscas el favor
de Jesús con sinceridad, de seguro que hallarás descanso y paz para tu alma. Jesús
da mucho más de lo que podemos recibir, en el hay total satisfacción. No decimos
que siempre hay que esperar mucho, lo que se afirma es que los que esperan en
El recibirán. En el peor de los casos la espera pudiera ser larga, pero la
respuesta será segura. Siempre serás atendido.
Amen.