Texto: “Para
que abras sus ojos, para que se conviertan de las tinieblas a la luz, y de la
potestad de Satanás a Dios” (Hechos 26:18).
Los demás hombres pudieran tener una comprensión aceptable del Creador, sin
embargo será el convertido quien ha de ver más claro que los demás. La razón es
obvia, que Dios por Su Espíritu y Palabra ha creado en ellos la facultad de la
visión espiritual. A diferencia del hombre natural, los regenerados tienen la
facultad de deleitarse en lo invisible. Poseen una facultad sobre natural, oiga
como está escrito: “Nos ha dado entendimiento para conocer al que es verdadero”
(1Jn.5:20). O que el Creador les ha dado rectitud de mente, actitud y poder
para recibir el deleite que viene del Cielo. Aun cuando es un conocimiento que
satisface, no es perfecto o completo, ya que el salmista ora así: “Abre mis
ojos, y miraré Las maravillas de tu ley” (Sal.119:18). El no pide nueva
revelación a ser escrita, sino que el Señor le de disfrutar lo revelado. Que la
verdad le sea más clara y sellada en su alma Creyente. La claridad viene de
Dios.
Demos un paso más en el significado de mayor seguridad en esto de la
iluminación que satisface o deleita. Veamos este verso: “Es, pues, la fe la certeza
de lo que se espera” (Heb.11:1). La fe posee un
componente esencial, certeza o seguridad. Dios hace el canal y lo emplea para
comunicar Su deleite. Hablamos así, porque la Biblia lo enseña, y sabemos, que
hay fe y carcasa de fe. Carcasa significa fe sin alma, un cadáver es un cuerpo
sin el espíritu. No fe débil, debilidad es una disminución de poder, pero con
vida. La fe verdadera es operativa, o que si andamos en amor a Dios, actúa o
hace camino al deleite. La comunión con Dios es total, inmediata, sobre
natural, y se recibe por fe.
Supongamos que usted emplee un lápiz para comunicar a su vecino una noticia
agradable; el lápiz por sí sólo no puede hacerlo sin una mano que lo guié. El
deleite divino no es un impulso de entusiasmo sin ninguna referencia a la
revelación divina o Santas Escrituras, la cual es el medio ordenado por Dios
que tiene su debido efecto, deleite; el cual no es un escalofrió o temblor que
nos ponga la piel como gallina, sino una comunicación que hace Dios mismo de Su
ser y lo trasmite al Creyente por el canal de la fe en Su Palabra.
Amén