Meditación Diaria

Meditación del 12 de diciembre

Texto: “Por tanto, alentaos los unos a los otros con estas palabras" (1 Tesalonicenses 4:18)


El consuelo al corazón, es como el agua fresca a la lengua sedienta. Cuando tenemos sed necesitamos el agua, ella es parte del sostén para seguir adelante; de manera semejante el consuelo sobre el alma. No olvidemos esto, que hay consuelo para el cuerpo y también para el alma. Este concepto se obtiene del contexto en que estaba viviendo esta Iglesia, pues estaban pasando por grandes tribulaciones a causa de su amor por el Evangelio: “También os hicisteis imitadores de nosotros y del Señor, recibiendo la palabra en medio de gran tribulación, con gozo del Espíritu Santo” (1Tes.1:6); no obstante estaban siendo consolados por el apóstol, y es evidente que las palabras de Pablo no acabarían con sus pruebas, pero sí los ayudarían a soportar y no desfallecer. De ahí se deduce: Que consuelo es el sostén de corazón para cuando se está en peligro de ser debilitado por el miedo y las adversidades en la vida evangélica; el consuelo fortalece el corazón en medio de los problemas.

 

Eso mismo parece decir el salmista: "Tu palabra es mi consuelo en mi aflicción, porque ella me ha vivificado" (Sal.119:50). La gran necesidad de consuelo es en las aflicciones. Y el poder de esos consuelos es por su procedencia, porque vienen de Dios por medio de Su Palabra.

 

Los consuelos de fe provienen del Dios de toda consolación, la fuente misma. David por experiencia de fe hace muy claro la diferencia y excelencia del divino: "Tú has dado tal alegría a mi corazón que sobrepasa a la alegría que ellos tienen con motivo de su siega y de su vendimia" (Sal.4:7). Esto es, que el gozo suyo fue muy superior al del gozo que viene por la prosperidad económica; y pocas cosas alegran tanto el corazón como el recibir buena cantidad de dinero, sin embargo ese gozo se levanta de un argumento de nuestro propio entendimiento, en cambio el divino viene por la obra del Espíritu de Dios que es muy superior al fuego nuestro, es basado en el poder y autoridad divina, y como dicen por ahí: Donde manda capitán, no manda soldado. Es un consuelo que sostiene en la prosperidad, como también en la adversidad. No sólo en la suposición de un problema que vemos a distancia, sino también en medio del mismo problema. Si sentimos el frío de la muerte llegando, nos capacita para saludarlo con quietud. Las promesas de Dios no fallan, sea que estemos viviendo o muriendo: "Para que, por dos cosas inmutables en las cuales es imposible que Dios mienta, tengamos un fortísimo consuelo los que hemos acudido para asirnos de la esperanza puesta por delante" (Hebr.6:18).


La solución está a tu disposición, baste aplicar el antídoto que se te ha dado: "Alentaos los unos a los otros con estas palabras" (v18). El ungüento está ahí, sólo es untarlo sobre la herida. Que esto, pues, te lleve a valorar y estimar las Santas Escrituras; en Ella tienes el conocimiento de Dios y las herramientas para librarte, como sacar el clavo torcido y colocar el derecho. Es una sabiduría y gozo como hacer dinero, pero es mucho mejor saber como consolar el alma con poca cosa. Así que, medita, fija tus pensamientos sobre la verdad, cuando la oigas, cuando la leas, teniendo siempre en mente que fueron dadas para tu provecho. Como está escrito: "Esto es lo que hemos investigado, y así es. Escúchalo tú y conócelo para tu bien" (Job 5:27).

 

La tierra es la madre de las riquezas terrenales, el hombre lo saca todo de ella. Y las Escrituras el fundamento de la verdadera felicidad, esperanza, consuelos, allí está el único remedio contra el pecado, las miserias, y las reglas para andar seguros, confiados y alentados. En fin para caminar guiado por Ella hasta que tus bendiciones sean perfectas. Este debe ser tu principal deleite. Óyela, léela y hazlo fijando tus pensamientos en eso: "Y el Dios de paz y de amor estará con vosotros" (2Co.13:11).  

Amen.

 

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