
Texto:
“No te apresures en tu espíritu a enojarte; porque el enojo reposa en el seno
de los necios” (Eclesiastés 7:9)
La ira impropia destruye la paz de quien a sí mismo se lo permite.
Los hombres más miserables son quienes siempre tienen presente la agitación de
espíritu, sus sentimientos son como las olas del mar que no se están quietas,
sus vidas son miserables, no conocen el arte de la reflexión. No pueden
disfrutar de la paz, siempre están angustiados o continuamente se sienten
ofendidos, y esto los convierte en rebeldes sin causa contra Dios y contra el
prójimo.
Tal espíritu es inadecuado para una vida piadosa. La obra del Creyente en sus
ejercicios piadosos es cortada cuando la mala ira se levanta, el Espíritu se
apaga y la comunión con Dios se corta, la ofrenda no se recibe, la oración no
se oye: "Por tanto, si has traído tu ofrenda al altar y allí te acuerdas
de que tu hermano tiene algo contra ti, deja tu ofrenda allí delante del altar,
y ve, reconcíliate primero con tu hermano, y entonces vuelve y ofrece tu
ofrenda" (Mat.5:23-24).
Los que se airan no son adecuados para vivir en sociedad, son como las fieras
que deben estar en la selva del África o en una jaula: "No hagas amistad
con el iracundo, ni tengas tratos con el violento, no sea que aprendas sus
maneras y pongas una trampa para tu propia vida" (Pro.22:24-25); tal
persona es como una peste a la sociedad donde vive, todos evitan su amistad, no
tienen amigos que duren, pues donde quiera que ellos se encuentren traen la
discordia y la confusión: "El hombre iracundo suscita contiendas, y el
furioso comete muchas transgresiones" (Pro.29:22).
Al final de su vida, este tipo de hombre se queda solo, son como las malas
reses que no tienen compañeros, se encierran en ellos mismos, pues los demás le
evitan, huyen a toda costa de su presencia. Dentro de las sociedades los de
temperamento irritable siempre están solos, tienen problemas con todo el mundo,
nadie se siente bien con ellos, su ejemplo es malo y su conducta reprochable
por Dios y los hombres.
Después que el apóstol ha hablado de los malos efectos de la ira, añade:
"Y no entristezcáis al Espíritu Santo de Dios en quien fuisteis sellados
para el día de la redención" (Efe.4:30); el espíritu de Dios no soporta
morar en una habitación donde haya turbación de alma. El jamás pondrá sonrisa
de aprobación en los tales; porque la violencia de espíritu no solo descompone
la razón, sino que también trastorna la conciencia. El Santo Espíritu de Dios
es amigo de un espíritu sedado, quieto, manso; como si los tumultos y las
pasiones inmoderadas le atemorizaran, y por eso se entristece.
Entonces haz esfuerzo para seguir el consejo del hombre sabio: “No te apresures
en tu espíritu a enojarte; porque el enojo reposa en el seno de los necios”.
Amen.