Nuestra Incapacidad de Saber el Porvenir
Cuando miramos al futuro, todo cuanto viene al ojo está en oscuridad. Aun en las profecías los asuntos no son tan claros, más bien la explicación del evento profetizado viene junto con su cumplimiento. Baste ver que la Biblia ha anunciado todo en cuanto al futuro, y aun así, teólogos muy sabios y entendidos lo oscurecen antes que aclararlo. Hay cuatro posiciones escatológicas distintas de un sólo evento, el regreso glorioso del Señor Jesús. Recordemos que tan solo hace unos años Rusia era considerada como una ficha importante en el rompe cabeza de los eventos futuros de la religión, y hoy vemos que las cosas no fueron cómo se pensaba. El comunismo fue visto como el escenario ideal de la gran apostasía, y pronto la Providencia lo desapareció. Multitud de teólogos hablaron sobre el cuadro internacional de los países europeos, pero hoy día el cuadro es diferente de lo que dijeron. Nadie pudo adivinar el estado de crisis económica que hoy vemos, así que, en el curso de unos años, el futuro no fue como se esperaba. En breve, sabemos poco del mañana.
En no pocas ocasiones una nube no más grande que la mano opaca el cielo, y de circunstancias en apariencia insignificantes surge un portento o hecho extraordinario con gran éxito; mientras que por otro lado, planes bien elaborados y estudiados de pronto se desvanecen. Es cierto que por una buena combinación de experiencia y prudencia podemos predecir hechos futuros con alto grado de ocurrencia, pero si nos cambian alguna variable, todo se trastorna. Esto dice Salomón: “Vi además que bajo el sol no es de los ligeros la carrera, ni de los valientes la batalla; y que tampoco de los sabios es el pan, ni de los entendidos las riquezas, ni de los hábiles el favor, sino que el tiempo y la suerte les llegan a todos” (Ecl. 9:11). No erramos al decir que tu propia historia ha sido así; te trajeron por un camino que no sabías, y aun hoy no sabes qué será de ti mañana. Tenemos gran ignorancia sobre el futuro inmediato en el próximo año; carecemos de capacidad para saberlo.
Nuestra Pequeñez
El orgullo o jactancia del ser humano es su inteligencia o saber, pero aun en eso no tiene de qué gloriarse. Puede poner un hombre en Marte, pero no puede curar la gripe. Nada sabemos. Y en esto Salomón trae otra lección: “¿Quién sabe lo que es bueno para el hombre durante su vida, en los contados días de su vana vida? Los pasará como una sombra. Pues, ¿quién hará saber al hombre lo que sucederá después de él bajo el sol?” (Ecl.6:12); no sabemos distinguir con eficacia la diferencia entre realidad y apariencia. Somos demasiado pequeños para saber el futuro.
Cuidémonos de la Presunción
El escritor divino pone este peligro en blanco y negro; notemos: “Oíd ahora, los que decís: Hoy o mañana iremos a tal o cual ciudad y pasaremos allá un año, haremos negocio y tendremos ganancia” (Stgo.4:13). El cuadro es de un comerciante no Cristiano. Resuelve ir sin dilación a cierto lugar donde le espera gran beneficio. No tiene intención de engaño o fraude, sino legítimo comercio de comprar a dos y vender a cuatro. Se trata de un hombre diligente, que busca el sustento suyo y de su familia, pagador de sus impuestos; eso pudiera ser cierto, pero fue censurado porque Dios no estuvo en sus pensamientos. Su mal fue que hizo grandes planes para sí mismo: “Mañana iré a tal o cual ciudad y pasaré allá un año.” Sin tener en cuenta a Dios se prometió a sí mismo ser exitoso. En sus planes estuvo fuera la posibilidad de un accidente, enfermedad o imprevisto. Puso el designio humano por encima del Creador. Aquí vino la censura divina contra la presunción humana: “Ahora os jactáis en vuestra arrogancia; toda jactancia semejante es mala” (v16).
Imposible tener poder sobre algo que no conozco. No podemos prepararnos contra un peligro que no sabemos. No puedo tener dominio sobre el idioma chino, pues no lo sé. Lo mismo aplica al tiempo y los eventos futuros; lo ignoro, y como tal, no puedo controlarlo. Sería un esfuerzo en vano amueblar una casa que no existe. Este es el caso, nuestra imaginación vuela y pronto se le cortan sus alas. Solo conocemos el presente, y lo sabemos con tanta estrechez mental que lo sabio sería no levantar zapata o fundamento venidero. Su solo intento es presunción, o pretender planificar o vivir sin tener en cuenta a Dios.
Conclusión
El mensaje es claro: No podemos inferir el futuro del presente. Y en esto aun David erró, después de haber sido liberado de la persecución de Saúl; se llenó de autoconfianza, y presunción. Notemos: “En mi prosperidad yo dije: Jamás seré conmovido. Oh Señor, con tu favor has hecho que mi monte permanezca fuerte; tú escondiste tu rostro, fui conturbado” (Sal.30:6-7). El poder no reside en nosotros. Como bien dice el refrán: El día más claro llueve. En una sola noche el millonario puede ser llevado a ser pobre. No sabemos cómo irían la cosas; cuidémonos para no ser presumidos. Una palabra con fe es suficiente para ahogar la presunción: “Si el Señor quiere, viviremos y haremos esto o aquello” (Stgo.4:15). Amén.