Cristo En El Antiguo Testamento, III


2. La Persona De Cristo

 

2.1. Una Persona Especial

 

Jesús es el Cristo, es decir, el Rey que gobierna sobre el pueblo de Dios, el Sacerdote que se ofrece como sacrificio en favor del pueblo de Dios e intercede por el y el Profeta que habla de parte de Dios. Esta realidad le convierte en EL ÚNICO MEDIADOR, es decir, en aquel que resuelve el problema de separación entre Dios y el hombre. Pero como Mediador, Jesús debe presentar las características necesarias para este oficio, a saber, debe ser una persona Teo-antrópica, es decir, debe ser Dios y hombre a la vez para tocar ambos lados de la disputa.[1]

 

2.2 La Naturaleza Divina De Esa Persona

 

Jesús es Dios. La Biblia es clara al afirmar que Jesús es Dios sobre todas las cosas.[2] Como evidencia de Su deidad:

 

  1. La Biblia le atribuye atributos incomunicables, es decir, atributos que solo pertenecen a la deidad. El es Absolutamente independiente en cuanto a su existencia (Jn. 1:4; 5:26; 8:57); El es infinito con relación al tiempo (Jn. 1:1; 17:5; Heb. 13:8); El es infinito en cuanto a Su poder (Apoc. 1:8); El es infinito en cuanto a Su sabiduría (Col. 2:3; 2 Tim. 1:7; Apoc. 1:14); El es infinito en cuanto al espacio (Jn. 3:13; Mat. 28:19).

 

  1. La Biblia le atribuye obras que solo Dios puede hacer. El es el Creador (Jn. 1:3; Col. 1:16); El es el Gobernador y Sustentador de todo lo creado (Col. 1:17; Heb. 1:3); El es el hacedor de maravillas.

 

  1. La Biblia presenta a Jesús siendo adorado como Dios (Jn. 20:28; Apoc. 1:17; 5:8,14; Fil. 2:10-11).

 

2.3 La Naturaleza Humana De Esa Persona

 

Jesús es tanto hombre como Dios. De hecho, Su humanidad es esencial para Su mediación Mesiánica, pues debe haber una identificación con aquellos que El representó. Como evidencia de Su humanidad:

 

  1. La Biblia lo presenta como un descendiente de Abraham y David según la carne (Mat. 1:1-17; Rom. 1:3).
  2. La Biblia se refiere a Jesús como “El Hijo del hombre”, apuntando este tetulo a Su humanidad.
  3. La Biblia revela que Jesús tuvo un cuerpo humano real (Heb. 10:5), experimentado así todas las limitaciones de nuestros cuerpo, como el hambre, la sed, el cansancio físico, etc.  


[1] Pasajes que presentan claramente estas dos naturalezas en la misma persona: Romanos 1:2-5; 9:5; 1 Timoteo 3:16; Hebreos 1-2; Juan 1:1-14; Filipenses 2:6-11.

[2] Romanos 9:5