¿Por qué caemos tanto? ¿Por qué cedemos tanto a la tentación? Son preguntas muy frecuentes entre verdaderos creyentes sinceros. En muchas de estas ocasiones la razón de sus frecuentes caídas es que no están luchando con la fuerza del Señor, sino con sus propias fuerzas.
Mucho se habla de luchar con el poder de Dios, pero ¿Cómo saber si estamos luchando en el poder de Dios o con nuestras propias fuerzas? Creo que hay dos pasajes del Nuevo Testamento que dan respuesta a esta pregunta, uno desde una perspectiva positiva y otro desde una perspectiva negativa:
A. Enfoque Positivo: Efesios 6:10-20
1. Principio: El pasaje comienza afirmando: “Por lo demás, fortaleceos en el Señor y en el poder de su fuerza” (v. 10). La pregunta es ¿Como? Creo que el verso 11 responde al decir, “Revestíos con toda la armadura de Dios”. Dicho de otro modo, la manera de fortalecernos en el poder de Dios es poniéndonos cada día Su armadura. Esto implica que para fortalecernos en El debemos usar las armas que El mismo ha dado a sus hijos: la verdad, la justicia, el evangelio, la salvación, la fe, la palabra de Dios, la oración, etc. Si queremos vencer debemos usar estas armas.
2. Aplicación: Recuerdo una vez un joven venir a confesar una lucha contra la impureza. Lleno de lágrimas de arrepentimiento y dolor, me dijo que no aguataba mas y que necesitaba ayuda. Mi respuesta inmediata fue, “bien”. No bien a la impureza, sino a que decidió dejar de apoyarse en su propia fuerza y decidió vestirse del primer elemento de la armadura de Dios, el cinto de la verdad, lo cual tiene en Efesios un sentido ético: “Por tanto, dejando a un lado la falsedad, HABLAD VERDAD CADA CUAL CON SU PROJIMO, porque somos miembros los unos de los otros” (4:25). Es como el caso de aquel joven que luchaba continuamente contra la depresión espiritual. Un día se dio cuenta que su depresión particular comenzó a decrecer en la medida que este renunciaba a su comodidad y decidió ponerse el calzado del evangelio para predicar a otros con denuedo.
B. Enfoque Negativo: 2 Corintios 10:1-6
1. Principio: En el verso 3 Pablo dice que no lucha “según la carne”, pues las armas que utiliza en sus luchas no son carnales sino espirituales. Dicho de otro modo, nuestra lucha será carnal si utilizamos armas carnales. Las armas espirituales son aquellas que Dios ha provisto, ya que estas han de ser “poderosas en Dios”.
2. Aplicación: Para esto tengo dos ejemplos. Uno es el de aquel joven que tiene problemas con la impureza y decide unirse a otro joven cristiano en esta lucha. Así que, hacen un acuerdo de que si uno de ellos cae, el otro le daría una tremenda golpiza. Eso suena determinado, pero tiene un problema: esta no es un arma espiritual. Lo curioso de esto es que una vez compartía este ejemplo con unos jóvenes y algunos dijeron: “Con razón no resultó”. Otro ejemplo lo tenemos en aquel pastor sincero que lucha con la inseguridad y el mal manejo de la críticas y utiliza como arma el auto defenderse de una manera no proporcional, en lugar de echar todas sus cargas a Dios en oración y dejar que sea Dios el que le defienda.
Dios nos ayude a pelear en Su fuerza, con Su armadura, para Su gloria y nuestro gozo.
PJJP