Este proyecto bien se llama “Coalición por el Evangelio”, pero en algunos escritos no estaríamos honrando lo que confesamos proclamar, puesto que todos, sin excepción, han de estar saturados o sustentados y regulados por los principios de nuestro evangelio según la Santa Escritura. Sin darnos cuenta, pudiéramos estar llevando a nuestros lectores a un estado indeseado, dejando sin nutrir el pensar bíblico.
Aquí cito las palabras del Pastor Miguel Núñez, cuando dice: “Latinoamérica necesita ser re evangelizada”. Vivimos en un mundo saturado de publicidad. En no pocos casos, si el predicador no es famoso, le daríamos poca atención. Peor aún, algunas congregaciones prefieren hacer conferencias con uno famoso que con otro que sea más fiel a nuestra común fe en Cristo, aunque no tan conocido. Para que las cosas sean aceptadas, se ha impuesto que han de ser impresionantes, famosas, o llamativas. Tal proceder es contrario a la vida cristiana. En particular, es opuesto a la sana doctrina, cuya gloria es Cristo y solo Cristo.
Nuestro deber en amor
Siendo así, entonces, nuestro deber de amor hace más que necesario escribir artículos cuyas afirmaciones estén debida y claramente sustentadas por los textos bíblicos. Por un largo tiempo, el papismo ha dominado el quehacer religioso de todo el mundo hispano, por lo que se hace necesario difundir en toda manera justa y posible las verdades que tanto amamos. Tengamos en cuenta que nuestra región ha estado en oscurantismo religioso por siglos.
Todos los que profesamos amar la sana doctrina tenemos como postulado que Cristo y su Palabra sea alto y más alto, y el hombre bajo y más bajo. Dicho de otro modo, que nuestros escritos han de estar regulados siempre por esta luz divina: “para que la fe de ustedes no descanse en la sabiduría de los hombres, sino en el poder de Dios” (1 Co. 2:5); esto es, con el claro designio de que la Biblia brille aún más en los corazones, y su poder transformador sea experimentado.
No hay manera alguna donde se pueda ser de beneficio presente y futuro al corazón humano que no sea por medio de la influencia del Espíritu de Dios. Nuestro Salvador lo sentencia así: “El Espíritu es el que da vida; la carne para nada aprovecha; las palabras que yo les he hablado son espíritu y son vida” (Jn. 6:63). Entiéndase “carne” como la sabiduría y poder del ser humano: “para nada aprovecha”.
No pretendo ser tu maestro, pero eso no quita que ruegue: “Por las misericordias y ternuras de Cristo, sean nuestros escritos saturados con los textos bíblicos”. Esto pudiera traer el beneficio de que aprendamos a juzgar la verdad, no por quien lo dice, sino por lo que dice; lo cual sería de no poco beneficio al cultivo de un buen juicio entre nuestros hermanos en el mundo hispano, del cual, quien esto escribe, es parte.
Enfoco este verso: “El Padre que me envió, Él ha dado testimonio de mí. Pero ustedes no han oído jamás su voz” (Jn. 5:37). El mismo Señor Jesús manda aquí que los asuntos religiosos sean juzgados, no por quien lo dice, sino por lo que dice. Poco después dice: “Ustedes examinan las Escrituras porque piensan tener en ellas la vida eterna. ¡Y son ellas las que dan testimonio de mí!” (Jn. 5:39). Esto es, que las Santas Escrituras sean el marco de referencia para juzgar la verdad, la realidad, o —lo que es lo mismo— los asuntos espirituales, y no ninguna otra cosa.
La lógica no es suficiente
Hay expresiones que suenan lógicas, racionales, pero eso no es suficiente para catalogarlas como verdad. Una muestra:
María fue la madre del Señor Jesús,Jesús fue Dios manifestado en carne,
Parece o suena lógico que Dios tenga una madre.
Pero la Biblia no habla así. Y ya hemos visto esta lógica como una herejía de la racionalidad papista.
En otro orden, he leído algunos artículos donde el escritor destaca el éxito de su método en tal o cual ministerio en su congregación. Bueno saber que Dios haya bendecido alguna circunstancia y aplicación. Pero eso no nos da la libertad de presentarlo como un deber necesario para otros hermanos en otros lugares. Sola Scriptura. De hacerlo así, pudiera dejar de ser bíblico y convertirse en una exhortación de pragmatismo religioso. Ese es el peligro si el autor no provee el sustento bíblico pertinente a su proposición, algo que ningún siervo del Señor quiere promover.
Es un principio bíblico que todo cuanto escribamos en pro de la difusión del evangelio en nuestras tierras hispanas tenga, entre otros objetivos, el enseñar a nuestros lectores que los asuntos religiosos sean juzgados, no por quién lo dice, sino por lo que dice. El anhelo de todos nosotros, los siervos del Señor es que Él sea grande, Su Palabra sea expuesta, y las opiniones de los hombres queden en el olvido. Esto tal cual los hermanos nobles de Berea: “Recibieron la palabra con toda solicitud, escudriñando diariamente las Escrituras, para ver si estas cosas eran así” (Hch. 17:11).
En otras palabras: Toda enseñanza para el Pueblo de Dios ha de estar sustentada en la Palabra de Dios, o lo que es lo mismo, de acuerdo a la mente y voluntad de Cristo. Amén.