El Principio espiritual y la experiencia


El orden de la vida cristiana es así: Uno oye la verdad, luego asiente en el corazón o lo cree, y finalmente uno conforma la conducta a ese principio evangelico aprendido: “Conforme a la fe de los escogidos de Dios y el conocimiento de la verdad que es según la piedad” (Ti.1:1). Esto es, que el fin o propósito del Evangelio es formar personas piadosas, o trasformarlos a la imagen de Cristo.

 

Veamos el probatorio: “Habiéndoos despojado del viejo hombre con sus hechos, y revestido del nuevo, el cual conforme a la imagen del que lo creó se va renovando hasta el conocimiento pleno” (Col.3:10). Note que la imagen de Cristo en el alma Creyente, la que lleva al deleite en Dios crece en la misma medida que se tenga conocimiento experimental.

 

Note el orden: La acción: “Revestido del nuevo”; el efecto: “La imagen de Dios”, y la meta: “Plenitud”. Si este orden es alterado, o si la persona conoce el principio evangélico, y no lo aplica o no forma su conducta de acuerdo a eso, entonces la imagen de Cristo no será formada. En tal caso no sería extraño que la persona concluya que su manera de vivir no le lleve al deleite en Dios. Esto no significa que el deleite en Dios sea una fantasía o pura imaginación religiosa, sino que la persona lo ha procurado por el camino errado. Note como lo dice el Señor Jesús: “Si sabéis esto, seréis felices si lo practicáis” (Jn.13:17BLA). La tendencia de la verdad es llevar a la felicidad, al deleite en Dios, y hay un orden que no puede ser violentado: El Principio espiritual ha de estar amarrado a la experiencia.